Delincuentes célebres en Ituzaingó

por Rolando Goyaud

En 1930, a los 21 años de edad, Ágata Galiffi se asoció a la mafia siciliana de Rosario, participó en la fabricación de papel moneda falsa e intervino en la construcción de un túnel de noventa metros de largo, para robar el Banco de Tucumán.

Los vecinos de Ituzaingó Jorge Leonardo, Eduardo Espíndola, Héctor Luis Roldán Vergés y Ángel Eduardo Maniega, confirmaron que el rancho de Ágata Galiffi, hija del pistolero Juan Galiffi conocido como Chicho Grande, estaba en De la Tradición y De las Cabañas, en tierras de la Cabaña Tuyú, en Villa Udaondo, y que desde 1930 la Galiffi organizaba bailes en el rancho, a los que asistían su padre Chicho Grande y Alí Ben Amar de Sharpe, conocido como Chicho Chico. Ambos lideraron la mafia argentina originada en Rosario, la que atacaba a agricultores entre los que produjo muchas muertes. La vecina Leonor Leonardo (1924) conoció a Ágata Galiffi y alcanzó a ir a los bailes en el rancho, acompañada por Angulina, Justo y Eulogio Leonardo.

En 1936, en un ajuste de cuentas, Chicho Grande ordenó asesinar a Chicho Chico. Recién en 1938 la policía obtuvo de uno de sus asesinos, el pistolero José Muratore, la información de que sus restos fueron enterrados en Ituzaingó, en el monte duraznos de la quinta de Marcial Salomón, sobre Gaona, próxima a la quinta de Mihanovich, que había alquilado a Chicho Grande para la instalación de un criadero de cerdos.

Una comisión policial presidida por un juez llegó al lugar, donde advirtieron que una pared de una vieja casa tenía un agujero de unos veinticinco centímetros de diámetro, utilizado por los delincuentes para disparar sus armas contra la policía. El asesino esposado trataba de desviar la atención del sitio exacto, pero el juez le dijo: “No te hagás el vivo, decí la verdad, ¿dónde está?”. Le pidió al vecino Ángel Eduardo Maniega, en ese época operario del corralón municipal, que cavase un pozo al pie de un ciruelo. Al rato el pico se enganchó con un alambre de fardo, enseguida apareció un zapato con cordones y taco militar y luego el cuerpo del mafioso envuelto en una bolsa de arpillera y con el cable que usaron para ahorcarlo. Presenció la excavación el Dr. Juan Carlos Roldán Vergés, también de Ituzaingó, quien fue médico forense de la Policía Federal.

Agata Galiffi fue condenada en Tucumán. Como no había cárcel para mujeres permaneció siete años en un establecimiento para enfermos mentales, encerrada en una jaula de alambre.

Las vidas de los mafiosos fueron recreadas en la película La Mafia (Leopoldo Torre Nilsson, 1968) con Alfredo Alcón (Chicho Chico), José Slavin (Chicho Grande) y Thelma Biral (Agata Galiffi). Un libro de Esther Goris, editado por Sudamericana, testimonia la vida de la mujer.

Testimonios

“En el boliche de Pascua, cerca del taller mecánico de Victor Ghislieri y de la farmacia San Judas Tadeo, Chicho Chico, mató a balazos a un sargento y a un agente de policía… En Bransen y Thorne, a doscientos metros de la fábrica de polvo de ladrillos de Rapino, Reynoso y el lungo Alessandria, Chicho Grande hizo asesinar a Chicho Chico. Lo enteraron en el monte de duraznos de Salomón”. (José Gosalbo).

“Mi hermano Juan Carlos, médico forense, vió cómo la policía desenterró a Chicho Chico. Los restos estaban en una bolsa de arpillera”. (Héctor Luís Roldán Vergés).

“Como miembro de la banda, Agata Galiffi cumplió una condena”. (Horacio Alberti).

“Mi abuelo, Marcial Salomón, alquiló a Chicho Grande un campo sobre Gaona para criadero de cerdos. Él iba a cobrar la mensualidad y decía que era gente muy amable... El cadáver estaba enterrado al pie de un ciruelo”. (Genaro Andrés Salomón).

“Enseguida me di cuenta que era la tumba, porque la tierra removida tiene otro color”. (Ángel Eduardo Maniega).

Fotografía: Juan Galiffi, alias Chicho Grande.

Un crimen impune en Ituzaingó

por Rolando Goyaud


Emilio Cornelio Agrelo (1863-1963), casado con Carmen Maldonado, fue ingeniero y arquitecto. Construyó la Galería Pacífico y el Hospital Pirovano y fue ministro de gobierno en la provincia de Salta. Su hijo también Emilio, se casó con Aldemira Antucci.

Los Agrelo viajaban permanentemente a su quinta de Ituzaingó por problemas respiratorios de uno de sus hijos, en la creencia que la altura de la localidad era terapéutica. El predio fue una estanzuela de 38 hectáreas, posteriormente Colonia de Crónicos y Convalecientes y luego Hogar Martín Rodríguez, incrementada a 43 hectáreas.

En 1997 en una investigación que realicé para el libro Ituzaingó, al Oeste de Buenos Aires, la señora María Luisa Nasuti Pirotto de Divitorio (1913) me brindó el siguiente testimonio, que quedó grabado para el Archivo de la Palabra del Museo, el cual puede ser consultado por historiadores, investigadores y periodistas, en la Institución.

“En el periodo 1914-1918 Europa estaba en guerra. En Ituzaingó la partera Josefa Raigosi de Pescio logró rescatar a su hermana Ángela (20) que vivía en Italia y traerla a la Argentina. La muchacha vino a Ituzaingó y debido a los relaciones de la partera logró colocarse como mucama en la quinta de los Agrelo. Al poco tiempo le rogó a su hermana que la sacara de ese lugar porque el “niño” (Emilio) la acosaba. Josefa prometió buscarle otro trabajo. Un domingo volvió Ángela desconsolada y llorando amargamente, por lo que la hermana prometió ocuparse inmediatamente, pero al día siguiente su cuerpo apareció violada y con un tiro en la sien. Entonces comenzó el “vía crucis” de la familia yendo a comisarías y juzgados en busca de justicia, pero se enfrentaban con una familia rica. Hasta que un día llegaron a la casa de la partera un juez de paz, un abogado y un policía y éstas fueron sus palabras, dichas a viva voz: “El señor Agrelo no se encuentra en su casa ni en ningún lugar donde solía frecuentar, por lo tanto queda prohibido ir a molestar a la familia”. Por amistad, los restos descansan en el cementerio de Morón en la bóveda de mi abuelo Félix Pirotto. Pero tarde o temprano surgirá la verdad.”. Al terminar su relato me pidió que el Museo “haga justicia”.

La investigación condujo al Cementerio de Morón. El director informó que hasta el año 1927 los libros habían sido quemados por una mafia, para quedarse con los títulos de las bóvedas. Un paciente rastreo permitió ubicar la bóveda; el sepulturero sólo sabía que una pareja de ancianos la visitaba aproximadamente cada 6 meses. Como las diversas llaves no abrían el candado, el director consiguió una llave maestra que tampoco abrió, ofreciendo romper el candado. Convenimos en que primero trataríamos de encontrar a su propietarios. En Marzo de 1999, el Museo acompañó a la Municipalidad de Ituzaingó en un desembarco cultural en la Ciudad de Buenos Aires. Fue cuando localicé al matrimonio Pirotto, dueños de la bóveda quienes confirmaron que ya no había ataúdes de la época.

El profesor Ricardo Castillo, en ese momento director del Instituto Histórico del Museo de Ituzaingó, ubicó telefónicamente a los Agrelo en la Capital Federal y los consultó sobre un hecho de sangre ocurrido en su chalet de Ituzaingó, quienes afirmaron: “nosotros no tuvimos nada que ver con esa mujer”.

El señor Oscar Melano, descendiente de una familia pionera tradicional de Ituzaingó brindó el siguiente testimonio: “Mi padre me dijo que en todo el pueblo se comentaba que el hijo de Agrelo había matado a la sirviente en su chalet de Iriarte, entre Clierment (Hoy Dr. Gelpi) y Laguna, al que llamaban “de la lechuza”, porque las aves usaban como nido el mirador del primer piso… Josefa Raigosi de Pescio fue la partera del pueblo que trajo al mundo a medio Ituzaingó. Vivía en la calle Sarmiento (24 de Octubre) y Ombú (Orcadas).”